Se dice que quien no conoce la historia está condenado a repetirla, y la ideología, que parasita las mentes débiles, es, sin duda, una de las formas más dañinas de ignorancia. Hoy la ideología progre campa a sus anchas en nuestro país, ganándole una y otra vez la partida a la ciencia y el sentido común, y las fatídicas consecuencias de este hecho se evidencian por todas partes.
Contra las indicaciones de las autoridades sanitarias internacionales, deliberadamente ocultadas a la ciudadanía, y movido por la podredumbre ideológica que le caracteriza, el Gobierno de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias permitió que el año pasado se celebrasen manifestaciones masivas en todo el país con motivo del 8 de marzo. Tal vez esta fuera la expresión más flagrante de irresponsabilidad y negligencia por parte del actual Ejecutivo (aunque es difícil de decir, dada su trayectoria criminal).
Parece que este año el Gobierno ha tomado nota, y, aunque a regañadientes, asume la responsabilidad de no comulgar con las exigencias del feminismo radical. Sanidad recomienda no celebrar esta vez los aquelarres que glorifican el progresismo extremista, y por todas partes se escuchan voces críticas, como la de Isabel Díaz Ayuso, que, como cualquier persona con dos dedos de frente, no encuentra sentido a paralizar la economía, y, al mismo tiempo, llamar a las manifestaciones masivas.
¿Significa esto que no se autorizarán manifestaciones masivas por toda la geografía española? Ojalá fuera tan sencillo, pero nunca lo es, tratándose de este Gobierno. Como no podía ser de otra manera, Podemos ya ha anunciado que acudirá a las manifestaciones, y Fernando Simón, aliado proverbial de la pandemia y enemigo de España, que ya el año pasado apoyó escandalosamente las movilizaciones, ahora dice que “no es lo mismo estar debajo de un paso en Semana Santa que en una manifestación” (justificando, al mismo tiempo, la cancelación de la Semana Santa y las marchas feministas).
No es que el Gobierno sea proclive a acceder a las demandas irracionales del extremismo progre, sino que el Gobierno es el extremismo progre. Por ello, ante la amenaza que suponen los que nos gobiernan, es imprescindible la oposición firme por parte de la ciudadanía. Pese a lo que pueda parecer, las manifestaciones de izquierdas también son focos de contagio, y autorizarlas, una negligencia criminal. El país se hunde porque el Gobierno es incapaz de conjugar la salud y la economía. A falta de unas autoridades que se posicionen con la ciudadanía, tiene que ser la propia ciudadanía la que defienda su vida.
Muestra tu rechazo a los aquelarres suicidas del feminismo radical.
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